Un médico como paciente

Como te fue tu día? Cómo te sientes?, le pregunto la dermatóloga. Pues, encantado fue la respuesta. Silencio.

Mira, me llego la patología de tu biopsia. Como pensamos, es un melanoma maligno. No se puede esperar y quiero mandarte al instituto de Cáncer Sylvester, de la Universidad de Miami hoy mismo. Conozco a los médicos de ahí, y pude hacer unas llamadas y te van a intercalar hoy mismo con el dermatólogo especialista en canceres de la piel y el cirujano oncólogo. Tienes tiempo esta tarde?

OK, fue la simple respuesta.

El, se encontró en esos momentos como en una nube. Había oído lo que le decía la doctora, pero como que su cerebro no había captado y procesando toda la información que estaba oyendo por primera vez.

Su mañana había comenzado como las demás. Salió de la casa temprano antes del amanecer y llego a su destino sobre las 6am. Como rutina, empezó a leer artículos y papeles antes de comenzar su trabajo. La mañana había sido de gran placer y satisfacción. Había visto pacientes en una oficina con residentes de medicina que de rutina rotan con él, y había llegado a otra de las clínicas donde presta servicio. Se encontraba en su vehículo, en el parqueo de la otra clínica cuando recibió la llamada. Se encontraba contento y sin preocupación ya que estaba haciendo lo que más le gusta, que es sirviéndole a sus pacientes y enseñando a futuros médicos. Pero inesperadamente en solo segundos, su vida tomo un cambio drástico, que encontró difícil de aceptar y que le puso su futuro en duda.

Melanoma maligno.

No recordó mucho de la condición, solo lo que había aprendido muchos años atrás en la escuela de medicina. Recordó que era una condición pues, maligna. Una segura sentencia, parecida a la de la SIDA en los años de los ‘80’s, antes de los adelantos y tratamientos de la actualidad. Se encontraba aturdido de recibir el diagnostico.

“¿Qué es lo que me han dicho? ¿Turno hoy miso? ¿Con un dermatólogo oncólogo y cirujano oncólogo? ¿Para mí? Yo, que hago ejercicios, que me siento en perfectas condiciones, que siempre tengo hambre y que vivo en un estado de agradecimiento de mi buena fortuna”?

WOW!

Difícil de creer.

Se mantuvo callado y no le dijo nada a nadie, principalmente porque estaba en shock de la noticia. No podía enfocarse en sus pacientes que tenía, ni en los residentes. Se sintió momentáneamente como si se estuviera ahogando, sin poder coger una respiración relajada. Caminaba de cuarto a cuarto buscando o mejor dicho huyéndole a algo. Carmen, su ayudante y una de las enfermeras que lo conoce, noto algo raro en él, y le pregunto lo que me pasaba, y él le contesto. Hablaron y luego rezaron juntos. Acabo de ver los pacientes que tenía, tratando de mantener una disposición alegre. Pero por dentro se mantenía en un estado aturdido, de shock y en una neblina. Se encontró presente físicamente, pero como que no filtraba. Le hablaban pero como que no comprendía bien lo que le decían. Su atención y enfoque no estaba en su profesión, sino en los pensamientos parecidos a los de cualquier persona que ha recibido un diagnostico tan fuerte e inesperado como la suya. Se mantuvo pensando sobre el diagnostico, melanoma maligno. Melanoma MALIGNO. Con la énfasis en maligno.

Al terminar de ver pacientes, se dirigió al instituto de cáncer de la universidad. Al llegar al instituto se dirigió a registro. ¿Tienes seguro médico le pregunto una señorita joven? No les dijo, ya que lo que le estaba sucediendo era tan incrédulo, inesperado, y de tanta sorpresa, que se le había olvidado de que si tenía seguro médico. Pagó la visita del médico del Sylvester Comprehensive Cancer Center con tarjeta de crédito y le pusieron una banda con sus datos, en la muñeca del brazo. Lleno un sin números de papeles y formularios que tantos pacientes conocen muy bien y luego lo acompaño la coordinadora de canceres de la piel, a sus citas. Una persona encantadora, que le hablaba, pero que él no la escuchaba, porque seguía el en un mundo ajeno de la realidad de su alrededor.

La sala de espera era pequeña en una área cerca de la cafetería. Olores a comida mesclado con olores químicos de quimioterapia y productos de limpieza permeaba el sitio. Una combinación un poco rara, al igual a su presencia en ese local. Varias personas se encontraban en espera de su citas, llenando papeles y tratando de entretenerse.

En poco minutos una enfermera lo llevo a procesar su información y tomarle los signos vitales. Le hizo otras preguntas y llenaron más papeles. ¿Qué tipo de seguro tienes? Padeces de algunas enfermedades? Tomas medicamentos? Has tenido cirugías? Hay historia familiar de cáncer de la piel? Como crees que te salió el melanoma? ¿Tienes ganglios inflamados, pérdida de peso, dolor? Has tenido fiebres? Ya te han hecho algún scan? Eres casado? Tienes familia? Hijos?

Se encontré pensando en lo incómodo y absurdo que era esas preguntas dirigidas a al. Que ganas tenia de decirle a la enfermera que se sentía bien, que todo esto era una equivocación, que era un error. Quería informarle a todos que hace solo 3 horas atrás, estaba contento, feliz, en un estado perfecto de salud comiéndome un pastelito de guayaba y una croqueta en la calle 8, sin preocupación. Pero, le contesto sus preguntas y volvió a la sala de espera a esperar su turno.

La cita con el doctor.

Le dieron una bata típica de los hospitales, de las que se mantiene abierta por atrás. Le informaron que se quitara toda la ropa para poder examinarle la piel de arriba abajo. Ahora era el médico que se encontraba como el paciente. El cuarto de examen se encontraba frio de temperatura y estéril en decoración. Aunque no lo manifestó, se encontraba preocupado y incomodo ya que iba a ver 3 estudiantes de medicina también examinándole la piel de arriba abajo, y a él tener sus nargas descubiertas al aire libre, debido a la bata médica. El dermatólogo especializado en melanoma se introdujo, hablaron tonterías y como buen investigador, de inmediato se fijó en áreas de la piel que, aunque lucía normal para el paciente, era de interés para él. Desnudo, el paciente se encontraba incomodo en esos momentos. Sacó un aparato parecido a una lupa, o magnificador y comenzó la revisión de arriba debajo de su piel. Sentía la mirada de 4 pares de ojos fijados sobe su cuerpo. En esos momentos se sintió más como un modelo de patología anatómica, que un ser humano. “Mira esto” le dijo el doctor a los estudiantes. “No estoy seguro pero esto parece ser una aplasia. “Estuviste expuesto al sol cuando joven?” Si doctor, fue la contesta. “Me cree en Miami, y me pasaba los días afuera y en la playa con mis padres cuando niño. En high school, siempre estaba con amigos en Key Biscayne cogiendo sol, y de adulto, pasaba casi todo los fines de semana en la área de la piscina con amigos”.

“Mira este lunar (refiriéndose a una área de la piel, encima de la clavícula). Aparenta ser un melanoma que el sistema inmunológico tuyo pudo controlar.” “Quiero que cuando el cirujano te opere, que también te saque esa lesión.” “Tienes una cámara en tu celular?, dámela para retratártelo.”

Te han dado los resultados del reporte de la patología?

Si, pero no en detalle, le contesto. Quieres verlo y que te demos una copia?

Si le contesto.

Con un ojo cerrado, y alejando las páginas que contenían las palabras y descripción que determinaría su futuro a una distancia como para protegerse y no ver de inmediato de lo que pudiera estar escrito en el reporte, escaneo los papeles rápidamente buscando palabras que pudieran indicar el grado de severidad. “Maligno”, “metástasis”, “penetración”, “diseminación”, etc. Luego, aprensivo pero aceptando su situación, leyó el reporte rápidamente y finalmente con más calma y en su totalidad para poder asesorarse mejor de su situación. Trató de no darle mucha importancia a las palabras descriptivas de la patología, para no permitir que el diagnostico contenido en ese informe pudiera permanecer en su mente y subconsciencia.

“Tenemos un sistema especial de fotografía por espectro que quiero usar para poder analizar esas áreas que encuentro sospechosas y que me permite ver las diferentes capas de células. No duele, pero dura unos 10 minutos para tomar las imágenes. Si me permites te hacemos las imágenes. Quédate aquí y venimos ahorita”.

Lo recostaron en la cama de examen, le pusieron el lente de la cámara sobre el área sospechosa y todos salieron. Finalmente, se encontró solo en un cuarto tranquilo. Pudo en esos minutos descansar. Era como un gran alivio para el. Estaba agotado emocionalmente. Había tenido una mañana como nunca había tenido, o imaginado a tener. En esos momentos ni se recuerda en lo que pensó. Solo se oía la cámara que emitía un sonido rítmico, mecánico, que lo tranquilizo. Pensó al fin, que tranquilidad. Pero su tranquilidad duro unos 10 a 15 minutos, ya que el doctor, los estudiantes y otro especialista, colega del primer doctor vinieron a revisar la fotos y a re-examinarlo.

Concluyeron que si, posiblemente lo que se vea en la nueva área de interés era otro melanoma que no se desarrolló, debido a que las defensas y sistema inmune de su cuerpo lo reconoció a tiempo y no permitió que se desarrollara en otra patología. De todos modo, querían que el cirujano extirparan el área durante la cirugía. El doctor le informo que el próximo paso era de hacer una extirpación profunda del área de la biopsia que dio positivo al melanoma. También había que hacer un “scan” nuclear buscando el área que drena el área donde se encuentra el melanoma para también extirpar ganglios linfáticos para ver si hay metástasis. Habrá que hacer todo tipo de scan incluyendo CT scan, nuclear, y PET scan para buscar diseminación, ya que esta condición es conocida por su expansión y metástasis. Eres casado? Tienes familia? Tienes hijos? (Comenzó a pensar que esa línea de preguntas estaba asociado con condiciones de salud bastante grave).
Había oído tantos comentarios negativos y alarmantes sobre este tipo de cáncer y su estado, que él se escuchó a si mismo preguntarle al doctor de que tiempo tenia de vida. “Depende de si hay metástasis” fue la respuesta.

Que?? pensó… en serio?

Se vistió, y se despidieron con “buena suerte” y lo volvieron a llevar a la cajera para pagar la segunda visita con el cirujano oncólogo.

La sala de espera del cirujano era más amplia. En el centro, dividiendo el salón se encontraba un tanque de agua con pescados pequeños tropicales. Seguramente puesto a propósito, para darle un poco de ánimo, relajación y despejo en esos momentos difíciles de los que estaban en espera.

Aquí se encontraba pacientes en varias etapas de cáncer, sobrevivientes de cáncer y familiares. Algunas mujeres calvas luciendo bellas sin pelo, mientras otras usaban gorritos y pañuelos para cubrirle la cabeza. Muchos flacos y casi ninguno sobrepasado de peso. Otros pálidos o de tono grisoso. Unos cuantos más jóvenes que él, pero la mayoría de las personas de edad mayor y todos acompañados por familia. Tres ascensores en función perpetua trayendo a pacientes a sus citas. Parecía como una factoría bien establecida. Entra y sale, entra y sale del ascensor, con un número mayor saliendo para verse con los especialistas. “Parece ser que estos médicos especialistas en cáncer, no se van a quedar sin trabajo en el futuro cercano” pensó. En esos momentos de espera, un aire de tristeza permeaba el salón.

Después de una mañana sin igual, de las preguntas que le habían hecho, de lo que había oído y visto, le entro un desconsuelo. “Dependiendo de si hay metástasis”, para poder decirme que tiempo de vida le quedaba, tampoco le causó gran aliento.

¿Cómo es posible que médicos tan especializados no se den cuenta de la importancia que sus palabras tienen para pacientes con condiciones como el cáncer?, fue lo que pensó. Seguramente, hubiese sido mejor utilizar otra forma más suave de hacer entender la gravedad de la situación, sin tener que ser tan autoritario. Siendo un estudiante de la medicina y la sicología de la medicina, ha reconocido la importancia que tiene las palabras de un médico para el paciente en momentos difíciles como estos. Las palabras y manera de comunicarse el medico con el paciente tiene un gran impacto sicológico. Lo peor que puede hacer los médicos, es quitarle al paciente la esperanza.

Que hago aquí?

No pudo creer que él, que da conferencias gratuitas y habla con grupos de cáncer en cuanto a nutrición y salud, se encuentra con una banda en la muñeca, esperando a ser examinado por un cirujano oncólogo.

Luego de esperar lo que se sintió como una eternidad, le toco entrar con el oncólogo.

Al entrar al cuarto lo recibió otra estudiante, una residente de dermatología. Luego de saludarse, comenzó a estudiar su historia y patología.

Le comenzó a hablar sobre el diagnostico de melanoma, teniendo cuidado de no revelar mucha información, para no buscarse problema con el cirujano. La residente le conto que a su papa también la habían encontrado un melanoma en la cara, y que a él le habían hecho una cirugía de extirpación profunda y disección de los ganglios, parecido a lo que le tenían que hacerle a él. También le menciono que había nuevas técnicas para el tratamiento de metástasis. Sus palabras fueron las primeras palabras alentadores que había oído luego de tantas horas de información depresiva.
Al verla a ella, recordó a cuando era el un estudiante de medicina y estaba del lado de allá. Cuantas historias clínicas y caras vio durante sus años de residencias? Pensó en retrospectiva de como habrá sido la experiencia de esos pacientes que atendió y examino? Comenzó a llenarle su cerebro de un diluvio de preguntas. Ellos se habrán sentido lo mismo que yo? Inseguridad, falta de control, preocupación, temor a lo que iban a oír? Su perspectiva, estado emotivo y sicológico dependería de las palabras que escoge el medico? Como residente, habría hecho todo lo posible para alentar a los pacientes que trataba? Pudo haber hecho algo más por ellos?…

Finalmente entro el doctor y profesor de cirugía, se introdujo y reviso el expediente por unos minutos.

Antes de hablar con el paciente pero en frente de él, se viro de lado y le pregunto a la residente, “En qué estado está el melanoma del paciente” le pregunto a la residente? “Etapa 1” fue la respuesta.

“No. La profundidad de la biopsia es de unos 5.5 milímetros, eso indica una etapa 4. El siguió hablando con la residente, pero como médico que ahora era un paciente se molestó y pensó, será posible que esta gente no se dan cuenta de que están hablando de la severidad y profundidad de una patología maligna de esa forma en frente de un paciente? De forma tan rutinaria como si no tuviera importancia o impacto? Como si la persona, el ser humano en frente de ellos no existiera y en vez, estuvieran discutiendo otro de los tantos “casos” que tratan semanalmente. El ser el paciente médico, puede ayudar o puede perjudicar. En este caso, ellos se hablaban entre sí, pero en la periferia del panorama que se estaba desarrollando, el paciente entendía todo lo que ellos de decían, incluyendo que una etapa 4 es un estado de severidad bastante avanzada. Que efecto tan dañino le hacemos a los pacientes, nosotros los médicos en hablar sin darnos cuentas el impacto de nuestras palabras, fue lo que estaba pensando. Ellos seguían discutiendo el caso y la severidad, pero en esos momentos, el nada más que podía pensar en la manera tan equivocada de la comunicación de esos médicos. En vez de alarma, sintió molestia y cólera.

Luego de su enseñanza con la residente, el cirujano le explico que tenía un problema serio. Que había que extirpar el área y ver a que ganglios drenaba el área del melanoma, ya que la localización del melanoma, en el medio de mi espalda podía ser drenado por varios sistema linfáticos. También le hiso las preguntas que había denominado las preguntas de la muerte segura – “eres casado, tienes familia, tienes hijos etc”. Le pregunto qué tipo de trabajo hacía, y fue cuando le contesto que era médico, cardiólogo, graduado de medicina integrativa, en la facultad de enseñanza de varias universidades y en práctica privada en Coral Gables.

Silencio. Se quedaron monetariamente sorprendidos. Esto, debido a que en ningún momento el paciente le había mencionado a nadie que era médico ni había puesto el “MD” detrás de su nombre, porque ese día en su situación, él se consideraba como uno de los tantos pacientes que entran por las puertas del centro de cáncer del Sylvester y no médico.

Se disculparon, su tono y nivel de empatía cambio y se planteó la cirugía para la semana próxima. Le avisaron que tenía que venir esa mañana a las 11, para hacerle una prueba nuclear para localizar el área de los ganglios que le iban a extirpar durante la cirugía que sería bajo anestesia general y con una duración de 2- 3 horas. También menciono que debería de hacer planes para dejar de trabajar por una semana ya que la recuperación podría ser dolorosa y probablemente iba a sentirse decaído y mal.

Cerca de las 5 de la tarde, luego de lo que pareció una pesadilla e eternidad, finalmente termino las consultas y los exámenes y se pudo ir a la casa. Fue la primera vez en su vida (y probablemente la última), que tuvo placer y esperaba con anticipación de poder montarse en las carreteras, y la I-95 a la las 5 de la tarde, la hora de mayor cogestión de tráfico.

Durante su camino a su casa, no recordó nada del viaje. Se encontró en un estado de piloto automático conduciendo por rutina, sin estar pensando en lo que estaba haciendo. Le seguía pareciendo estar como en una neblina donde nada se sentía real. Estaba abrumado y cansado.

Y así fue que llegue a mi casa al mismo tiempo que llegaba mi esposa, ya que el doctor, o mejor dicho el paciente del melanoma de que escribo en este artículo, soy yo, el Dr. Bordenave. ¿Sin saber nada de mi día de aventura, ni diagnóstico, ya que no le había avisado a nadie, con una sonrisa y un besito me saludo y me pregunto “Como te fue tu día”?

Escrito por Dr. Jorge Bordenave

RENUNCIA